lunes, 3 de septiembre de 2007

Ivonne Bordelois


“Los medios cometen un genocidio con el lenguaje”

Ivonne Bordelois egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, realizó estudios literarios y lingüísticos en la Sorbonne. En 1968, se trasladó a Boston, donde se doctoró con Noam Chomsky, en 1974. Entre sus libros figuran el poemario El Alegre Apocalipsis (GEL, 1995), Correspondencia Pizarnik (Planeta, 1998), Un triángulo crucial: Borges, Güiraldes y Lugones, La palabra amenazada (Zorzal, 2003) y Etimología de las pasiones (Zorzal, 2006)

Ivonne Bordelois analiza el discurso político, y en parte, también el televisivo. Habla del lenguaje social, el de “la gente” y de cómo los medios de comunicación, la TV y la propaganda especialmente, generan según ella todo un marco para la decadencia cultural.
Lo más complejo de la crisis, dice Ivonne Bordelois, no es lo económico sino el ataque que sufren los valores de la sociedad. Naturalmente, se refiere al lenguaje como valor fundamental y constitutivo de la identidad nacional y afirma que degradar el lenguaje es degradarse.
Para Bordelois, como buena chomskiana, el lenguaje es más que un instrumento de comunicación, es un instrumento de creación, de identidad, de placer, que construye, que limpia.

La autora se refiere por un lado a “la gente” y por el otro a “el sistema.” Este último, según dice, estaría operando para empobrecer el lenguaje de la “gente.” Lo que se diría todo un complot. Bordelois sostiene que el propósito es que “seamos esclavos de la información, del trabajo y del consumo.”Bordelois no define “el sistema” (mucho menos a “la gente”) pero dice que la televisión y la propaganda son en parte los responsables del empobrecimiento cultural contemporáneo.

Decimos que la perspectiva podría estar fuera de foco porque muy probablemente la situación no sea un problema generacional. El problema sería en todo caso cultural. Se oxida lo que Pierre Bourdieau llamó el Capital Cultural. Ubicar en los niños la amenaza de la televisión es, o errado o incompleto. Errado porque pese a que compartimos parcialmente esa postura sabemos que es muy difícil poder demostrarla. Incompleto, porque en todo caso la educación debería conformar un anticuerpo que repela la barbaridad televisiva. Lo que probablemente sí se podría demostrar es que el poder del sistema y el de los medios en particular son inversamente proporcionales al nivel de educación. La educación, nos referimos a la primaria y secundaria especialmente, juegan un papel clave en el plano de la recepción, de la exposición. La ejercitación de un ojo crítico e informado con relación a los medios pero también la solidez de los conocimientos en historia y literatura por ejemplo son un capital cultural innegable y constitutivo de receptores despiertos y activos. El “olfato semiológico” decía Roland Barthes, la “sospecha permanente” explica Umberto Eco.

“Que haya en televisión, en los canales abiertos, por ejemplo, una hora de poesía. Si hay teatro, si hay cine, si hay danza, si hay ópera, ¿por qué no hay poesía? La gente no le tiene miedo a la poesía”.
“¿Por qué no se instituye un premio a la mejor letra del año, en rock, en folklore, en cumbia, y que la gente se dé cuenta de que hay cosas más hermosas que decir?”

Pensar de esta manera ¿no es otorgarle a los medios de comunicación, a la televisión en particular, un poder que realmente no tiene?
Cómo medios de comunicación no merecen ese título, ya que ni siquiera se atreven a mostrar las realidades que nos afligen o motivan, los pensamientos o reflexiones sobre cuestiones sociales, y mucho menos, el arte y sus expresiones que estarían íntimamente relacionados con el sentir popular.
Por lo tanto; ¿Por qué dedicamos nuestro tiempo y atención en escuchar y observar a aquellos que hablan por nosotros? Y encima, mienten.

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